Democracia activa (el pueblo) vs. Democracia de papel (Congreso y Ejecutivo): cuando Aristóteles tenía razón
Democracia activa (el pueblo)
vs.
Democracia de papel (Congreso y Ejecutivo):
cuando Aristóteles tenía razón
Hoy, la palabra democracia es utilizada como bandera por quienes ocupan cargos públicos, desde la Presidencia hasta el Congreso, pasando por ministros y asesores. Se autoproclaman defensores de la institucionalidad y de la estabilidad del país, presentándose como guardianes de un sistema que, en teoría, protege a todos. Sin embargo, este uso del término ha terminado por vaciarlo de contenido. No se trata de una verdadera defensa de la democracia, sino de un escudo para blindar gestiones impopulares y evitar sanciones, vacancias o censuras que el pueblo exige.
La historia y la filosofía política ya nos habían advertido sobre esta fragilidad. Aristóteles describía a la democracia como una forma de gobierno imperfecta, vulnerable a ser manipulada por intereses particulares y susceptible de convertirse en demagogia si se olvidaba su propósito central: servir al bien común. Platón advertía que, sin líderes virtuosos, la democracia podía degenerar en caos y terminar abriendo paso a la tiranía. Sócrates, por su parte, alertaba sobre cómo un pueblo desinformado podía ser engañado fácilmente por oradores hábiles que, en lugar de guiar, solo buscaban poder. Desde sus raíces, la democracia nunca fue sólida ni estática; siempre se reconoció como frágil y necesitada de evolución constante.
Esa evolución es lo que podemos llamar democracia activa. Es la que no se limita a respetar formalidades, sino que escucha al pueblo, reconoce su rechazo y permite correcciones cuando una gestión pierde legitimidad. La democracia activa se expresa en las calles, en las encuestas, en la indignación ciudadana. Es la voz que exige cambios de presidentes, congresistas o ministros cuando han perdido toda credibilidad, sin que esto signifique anarquía, sino una corrección necesaria del rumbo.
En contraste, lo que vivimos hoy es una democracia de papel: aquella que se blinda en discursos y formalidades. Bajo este concepto, se argumenta que no se puede vacar a una presidenta porque “rompería la estabilidad”, que no se deben censurar ministros aunque sean ineficaces porque “desestabiliza al país”, o que no se puede sancionar a congresistas cuestionados porque “se rompería la voluntad popular”. En nombre de esa “democracia”, se protege a quienes ya no representan al pueblo, mientras se acusa de “antidemocráticos” a quienes exigen cambios.
La verdadera democracia, sin embargo, no se mantiene congelada en tratados ni en las voces de los clásicos que se aferran a concepciones antiguas. Es dinámica, se renueva, y reconoce que la legitimidad no solo se obtiene en las urnas, sino que se mantiene día a día mediante la confianza del pueblo. Cuando esa confianza se rompe, ignorar el clamor ciudadano no es defender la democracia: es vaciarla de sentido.
Porque, al final, la verdadera amenaza a la democracia no es el pueblo que protesta o exige correcciones, sino quienes se esconden detrás de ella para perpetuarse en el poder, incluso cuando la nación entera les da la espalda.
Y cuando el pueblo, hastiado de la hipocresía política, expulsa a congresistas de eventos públicos, encara a una presidenta para gritarle verdades o rechaza a falsos defensores del pueblo, incluso con cierto exceso, eso también es democracia. Es la democracia activa: la expresión real de un país que no tolera gestiones cínicas ni vacías de legitimidad. Es dura, es imperfecta, pero es la verdadera voz que puede corregir el rumbo cuando las instituciones se blindan y dejan de escuchar.
La verdadera democracia suele ser ignorada y hasta pisoteada. En tiempos de elecciones, aparecen manadas de lobos disfrazados de corderos, pidiendo el voto con discursos populistas y promesas demagógicas, fingiendo humildad y compromiso con el pueblo. Pero, una vez en el poder, olvidan sus promesas y usan esa misma democracia como escudo, ignorando a quienes los eligieron. Lo que nació en las urnas como esperanza, termina siendo aplastado por quienes prometieron servir, pero solo buscan perpetuarse.
Comentarios
Publicar un comentario