Una autorización que hiere al país: el viaje de Dina Boluarte y la claudicación del Congreso
1. Un
viaje sin justificación real
El viaje al Vaticano no responde a una urgencia de Estado ni a una prioridad nacional. Es un viaje personal, disfrazado de protocolo. No hay política exterior ni gestión pública que justifique ausentarse del país mientras el Perú arde por dentro. Ni siquiera la audiencia con el Papa León XIV puede ser excusa. Lo cierto es que este viaje se convirtió en una obsesión palaciega.
2. Un
Consejo de Ministros armado con apuro y sin renovación
Tras la caída del premier Adrianzén —quien renunció para evitar ser censurado por el Congreso—, la presidenta no conformó un gabinete sólido, independiente o renovado. Nombró rápidamente como premier a Eduardo Arana, su ministro de Justicia, quien desde su cargo tiene serios cuestionamientos. El gabinete, en vez de representar un giro hacia la estabilidad o la unidad, mostró continuidad en la precariedad: varios ministros cuestionados fueron ratificados y no se hizo ningún esfuerzo por dar señales de cambio o apertura. Todo se armó al apuro con un solo objetivo: viabilizar el permiso de viaje.
3. Un
Congreso sin carácter y sin conexión con el país
El Congreso de la República cometió un grave error político y ético al otorgar este permiso. Cedió, nuevamente, ante el capricho de una presidenta sin legitimidad ni respaldo ciudadano. En vez de poner freno, se convirtió en cómplice. Lejos de actuar con madurez política, validó un viaje irresponsable que desconoce el contexto nacional.
4. La
responsabilidad de las bancadas
No es posible hablar del Congreso como una entidad abstracta. Los votos tienen nombres, rostros y colores políticos. Las bancadas que apoyaron este permiso —ya sea por cálculo, alineamiento con el Ejecutivo o indiferencia— son responsables directos. No se puede seguir permitiendo que partidos o bancadas irresponsables, sin coherencia sin proyecto de país, actúen sin asumir el costo de sus decisiones. El pueblo no olvida.
5. La
imagen de un país que se desdibuja
La escena es clara: una presidenta que huye del conflicto interno y busca un interés personal, un Congreso que le allana el camino, y un gabinete improvisado que no genera confianza. La gobernabilidad no se construye con giras protocolares ni escapismos diplomáticos. Se construye enfrentando los problemas del país, con liderazgo y visión. Hoy, nada de eso existe.
6. La
legitimidad política está en crisis
Lo sucedido no es solo un problema de formas, sino de fondo. Una presidenta sin legitimidad, sin un pueblo que la respalde, que pierde al premier en plena crisis, no puede representar institucionalmente al país en el exterior y mucho menos ante Su Santidad el Papa León XIV. La política no es solo legalidad; también es legitimidad. Y hoy, tanto el Ejecutivo como el Legislativo la han perdido. Ninguno representa al país, y mucho menos al pueblo peruano.
7. El
pueblo exige soluciones, no viajes
Mientras
Dina Boluarte se prepara para abordar un avión, miles de peruanos claman
seguridad ciudadana y la solución a diversos problemas. Los ciudadanos exigen
justicia, seguridad, trabajo, democracia. Exigen que sus gobernantes se queden
y enfrenten la crisis, no que huyan de ella. Este viaje representa todo lo
contrario a lo que el país necesita.
Conclusión
El viaje de la presidenta Dina Boluarte no solo es innecesario, es indignante. Y el Congreso que lo autorizó es parte del problema. Estamos ante una doble crisis de representación: un Ejecutivo que gobierna de espaldas al pueblo de forma inmadura, caprichosa e irresponsable, y el Legislativo que actúa sin conciencia de país, traicionando todo principio constitucional.
La
elección y entronización del Papa León XIV es un acontecimiento profundamente
significativo para la Iglesia Católica y para millones de fieles, incluido el
pueblo peruano. Es un acto solemne que merece respeto y atención. Sin embargo,
el contexto en el que se produce la autorización del viaje de la presidenta
Dina Boluarte no puede desligarse de la crisis política y social que vive el
país. Lejos de representar institucionalmente al Perú en un momento tan
delicado, este viaje responde más a una necesidad personal de la mandataria. El
país necesita respuestas concretas, no ausencias ni caprichos inmaduros. La
política no debe instrumentalizar la fe.

Comentarios
Publicar un comentario